viernes, 21 de agosto de 2009

POR LAS CALLES

Había leído el mismo párrafo una y otra vez y era incapaz de concentrarme.
Mark jooning había matado ya demasiadas veces al mismo capo y por enésima vez pasé mi mirada por el texto pero no procesaba la información, así que dejé el libro sobre la mesita del salón y me tapé un poco más con la manta.
En una discusión conmigo misma sobre si encendía la calefacción o no, miré hacía la ventana diciéndome que Octubre era demasiado pronto para hacerlo pero mi cuerpo no pensaba igual, estaba helada.
Así que volví a arrebujarme en la manta maldiciendo el tiempo y la falta de pelas para llenar el depósito del gasoil.
Fue entonces cuando ocurrió, no sé si fue el chico que anunciaba los yogures en la tele, que por cierto dejo encendida pero sin volumen para que me haga compañía.
Me acordé de él, de su sonrisa de dientes blancos y labios carnosos, de sus enormes ojos verdes, de sus manos…
Lo amé. Lo amé como se ama a los diecisiete, con pasión ,con desenfreno, pero también como la mujer que él sabía que había en mí.
Lo amé tanto que hasta dolía, le amé tanto que renuncié a él, a nosotros.
¿Se puede amar tanto a alguien y desaparecer de su vida?, yo lo hice.
Mil veces me arrepentí de ello y mil veces me convencí de que era lo mejor.
Él y su vida, él y nuestra vida. Dos mundos paralelos, enfrentados, diferentes.
Un día me fui, lo dejé todo, por temor a que le hicieran daño, a que le chantajearan, a que él sufriera.
Han pasado mil años desde entonces, a veces pienso en él como hoy, de pasada, deseando volver atrás, tener la suficiente fuerza y enfrentarme al mundo, pero ya no es posible.
En mi vida ha habido otros hombres desde entonces, hombres a los que quise y a veces hasta amé, pero nunca como lo amé a él.
Quizás algún día encuentre esa sensación otra vez, sensación de pertenecer a alguien hasta el punto de ser una sola persona, libre pero mitad de un todo indescriptible, de una nada inimitable. Quizás ya lo he encontrado.
Mientras espero me quedan sus recuerdos en los que me sumerjo de vez en cuando, me queda su sonrisa, su aliento, su abrazo en mis noches solitarias, su mirada cómplice mientras escuchábamos a Victor Jara o a Serrat frente al fuego, sus caricias, sus besos… soy feliz así .
Y tendiéndole una mano imaginaria, sigo caminado por las calles.

1 comentario:

  1. hola nalex, me he premitido colarme en tu blog ,
    para saludarte y felicitarte,
    me gusta seguirtePOR LAS CALLES,
    como una naufraga mas estoi en la isla , de vedezencuando arribo a sus costas,siempre recojo una bocanada de aire puro que hace sentir mejor.
    saludos

    ResponderEliminar