domingo, 29 de noviembre de 2009

ANTÍTESIS

Lo reconozco, nunca me gustó escribir, ni siquiera a los quince, plasmé poemas de amor-desamor en hojas blancas.
No tuve la tentación de emular a Octavio Paz ni a Rubén Darío...¿ Para qué?.
Mi mente es más infinita que todos los folios del universo.Mi memoria es un gran libro donde tienen cabida todos los poetas.
En cada rincón y en cada pliegue puedo descifrar ensayo, narrativa y poesía.
Cada una de mis neuronas escribe a un ritmo aterrador, pero la conexión con mi mano está vacía.
Siempre creí que fusionar mente y papel era un sacrilegio, casi como asesinar de nuevo a Lorca o no admirar las gaviotas de Alberti.
Hablar es mucho más fácil e impersonal y casi nunca queda constancia.
Es posible que todo hubiera sido distinto, si alguien le hubiera puesto mi nombre a una estrella.

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